La cultura organizacional está cada vez más de actualidad, ya no solo es un tema interesante, como solíamos decir, o una moda como solía creerse, sino que una temática estratégica de primer orden.
Es un tema de los que llamaríamos “sí o sí”, porque lo vivido -y que aún vivimos- nos lleva imperativamente a considerar cambios en ella, sea que los llamemos transformaciones, fortalecimientos y/o mejoramientos.
Es un gran riesgo no tener a la cultura en el foco transformacional que los tiempos demandan, porque hoy más que nunca es indispensable alinear la cultura con la estrategia, nueva cultura para nuevas estrategias y no solo nueva estructura para nuevas estrategias, como tampoco nuevas acciones para nuevos resultados.
Así, se tiene la imperiosa necesidad de generar y gestionar conscientemente la cultura organizacional que los tiempos requieren, no por moda, sino que para la pervivencia organizacional.
Generalmente surge la pregunta y, ¿se puede?
Nuestra experiencia -en estudios y transformaciones de culturas organizacionales- avalada por resultados, nos muestra y demuestra que ¡vamos que se puede! lograr cambios y transformaciones de las culturas organizacionales y… con grandes retornos.
La cultura organizacional es modificable. Obviamente que no cambia espontáneamente, más bien tiende a resistir a los cambios, podríamos decir que por su misma esencia.
Su reorientación debe ser fruto de una reflexión participativa y profunda para que -luego de concordar y determinar qué cultura se tiene o “somos”– oriente o determine cuál cultura se necesita de acuerdo al propósito, objetivos y estrategias empresariales/organizacionales, diseñar un Proyecto Cultural participativamente, aplicarlo y las veces que se requiera, ajustarlo y calibrarlo con persistencia.
¿Los procesos son trabajosos? sí, aunque ¡nunca tanto! y con el plus de ser muy gratificantes profesionalmente.
A la larga, el no generar la cultura que los tiempos y el futuro demandan, traerá a las empresas/organizaciones, mayores riesgos, esfuerzos, gastos e insatisfacciones.
¿Toma mucho tiempo ver cambios y/o mejoramientos culturales? Por experiencia y escuchando a expertos, se estima que entre dos y tres años, requiriéndose, como en todo, una permanente atención durante y posterior al proceso, y permanente consolidación y fortalecimiento de la cultura, porque todo, el entorno y el contexto organizacional, cambian velozmente.
Felizmente, este tema es imperativamente prioritario para muchas empresas, es de aquellos que se pueden llamar los temas “sí o sí” organizacionales, lamentablemente para otra -aún y con nuestra realidad actual- está dentro de los “no o no” o de los que “más adelante veremos” y de los que “por ahora estamos en otros temas”.
Ante estas negativas y excusas, surgen muchas preguntas y también respuestas desde la observación, de la escucha atenta, de la reflexión y del compartir con otros/as.
¿Qué pasará? Es la pregunta que primero se nos presenta.
Algunas posibles respuestas –sin ánimo de crítica- solo para mostrar algunas conductas y creencias, probablemente no todas aplican a una misma empresa/organización, aunque más de una puede corresponder.
Por eso siempre es necesario hacer lectura de las dimensiones nacionales tan bien estudiadas por Hofstede en numerosos países, para explicarse ciertos comportamientos y saber -con las acciones pertinentes- responder a ellos.
A modo de ejemplo, detengámonos solo en tres de ellas que podrían influir en la postergación de decisiones en pro de los mejoramientos culturales organizacionales.
En Chile estamos orientados al corto plazo y por ello queremos resultados pronto. Así erróneamente se considera que “trabajar en cultura” es un tema de larga duración con resultados lejanos y que puede ser muy oneroso.
Somos un país con baja tolerancia a la incertidumbre y, por end, baja tolerancia al cambio. Entonces algunas organizaciones solo prefieren “hacer un algo que traiga beneficios, pero no mucho cambio”.
Como además tenemos alta aceptación de la jerarquía, si los líderes no impulsan el cambio, los/as colaboradores/as no consideran la importancia de ello o no saben cómo plantear la necesidad de cambiar o no se atreven a sugerirlo.
Un ejemplo: se desea tener una cultura de la colaboración y recurriendo “al recetario” se decide fomentar el trabajo en equipo realizando Teams Building, y muchas veces, por no mirar más en profundo, no considerar que en la empresa/organización puede haber antivalores y creencias que no sustentan la colaboración, como también pueden existir prácticas organizacionales que no acompañan. Una de ellas, el vivir en silos. Cabe también preguntarse ¿cuántas veces “el remedio” juega en contrario y se fortalecen aún más los silos existentes?
Sin duda, muchas empresas han apostado por el “sí o sí” y conscientemente trabajan por la cultura deseada, ¡les auguramos grandes resultados!
Como también -y con mucha pasión- a las empresas/organizaciones que decidan dar el paso estratégico para liderar con perspectiva cultural… ¡ya!
Ana María Fajardo Ferreiro
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